En el dinámico mundo laboral, cada rol conlleva no solo un conjunto de funciones, sino también una responsabilidad que impacta directamente en la productividad, la seguridad y el bienestar del equipo así como en los resultados finales.
A lo largo de mi experiencia profesional, he aprendido que
las decisiones tomadas al definir y delegar tareas tienen efectos duraderos, y a menudo, consecuencias que no siempre se anticipan.
El vínculo entre funciones y responsabilidad
Cada puesto de trabajo tiene un espectro de tareas que, aunque en apariencia puedan parecer rutinarias, requieren un análisis adecuado para garantizar que se realicen de manera eficiente y segura.
La claridad en las funciones asignadas permite que cada integrante del equipo sepa exactamente qué se espera de él o ella, mientras que la responsabilidad inherente a cada rol actúa como un motor para la toma de decisiones informada.
Cuando se configura el trabajo sin la debida reflexión, las instrucciones pueden resultar confusas, o inexistentes y derivar en consecuencias no deseadas (un accidente, una confrontación, malestar, etc. ).
Hace algunos años, diseñé un contenido formativo con el propósito de concienciar sobre estos efectos. Durante las sesiones, me sorprendió la reacción de algunos asistentes, que manifestaban no haber considerado, con la suficiente seriedad, el impacto de sus decisiones durante sus actividades rutinarias, aunque estas implicaran poner en riesgo a terceras personas; simplemente las consideraban decisiones aparentemente menores.
Delante de un análisis consecuencial para la salud de un conjunto de decisiones, frases como "ya lo deberían saber" o "no es mi responsabilidad" resonaban en la sala en boca de las personas que las adoptaban
Una de ellas comentó que nunca se había percatado de cómo una instrucción mal formulada podía desencadenar una cadena de errores en la práctica diaria. Esta revelación evidenció que, en ocasiones, las implicaciones de una decisión no informada son mayores de lo que se piensa, subrayando la importancia de una planificación y comunicación precisas.
Claves para tomar decisiones informadas
Basándome en estas experiencias y en diversas situaciones vividas a lo largo de mi carrera, he recopilado 7 preguntas clave para identificar y poder hacer una evaluación consecuencial de mis decisiones sobre la consecución de los objetivos de forma segura y saludable para el equipo, en la fase de planificación:
¿Qué riesgos potenciales en términos de seguridad y salud podrían derivarse de mis decisiones?
¿He considerado las capacidades y límites individuales de cada persona al distribuir las tareas?
¿Qué medidas preventivas y protocolos de seguridad están implementados para minimizar accidentes o problemas de salud?
Las personas a las que asigno la tarea ¿disponen de la formación para desempeñarlas con éxito en resultados y seguridad?
¿Cómo estoy garantizando que la carga de trabajo sea equitativa y no genere estrés excesivo en algún integrante?
¿Qué mecanismos de comunicación y retroalimentación tengo establecidos para detectar y corregir desviaciones en tiempo real?
¿He evaluado las implicaciones a corto y largo plazo de cada decisión en el ambiente laboral y en la moral del equipo?
Una vez finalizada la tarea, también tendremos oportunidad de aprender:
¿Cómo integraré las recomendaciones o inquietudes del equipo en la toma de decisiones futuras?
¿Qué indicadores puedo utilizar para medir el impacto de estas decisiones en la consecución de los objetivos, la seguridad y el bienestar general?
Por último, no olvidemos que,
la correlación entre las funciones desempeñadas en un rol laboral y la responsabilidad que estas implican es innegable.
La experiencia me ha enseñado que la falta de una decisión informada puede conducir a consecuencias imprevistas, afectando tanto la productividad, a la salud y al clima laboral. Por ello, es esencial invertir tiempo en planificar, evaluar cada paso, comunicar y estar en disposición de a ajustar las funciones a medida que el entorno de trabajo evoluciona es clave para mantener la eficiencia y la motivación del equipo, asegurando así que las decisiones adoptadas fortalezcan, en lugar de debilitar, el desempeño y la cohesión del equipo.