En este vertiginoso tiempo, las empresas se enfrentan a decisiones críticas día tras día.
¿Cuántas veces se actúa basándose en opiniones vagas, en "a mí me parece", "creo que", o en una opinión sin sustento?
La tendencia a optar por caminos sin un análisis riguroso, o peor aún, basado en información insuficiente o débil, puede llevar a resultados catastróficos o, en el mejor de los casos, a éxitos fortuitos.
El desconocimiento (o falso conocimiento) en el campo en el que se debe tomar una decisión es un riesgo que no se puede pasar por alto, y es muy frecuente en campos como la sostenibilidad, la salud, o el bienestar de las organizaciones, entre otros.
Las presiones del mercado, la competencia o regulatorias, llevan a muchas organizaciones a caer en estrategias como las llamadas"-washing", o el lavado de su imagen sobre el tema en cuestión, en lugar de tomar decisiones basadas en análisis realistas de su situación.
Cuando no contamos con datos robustos y un análisis profundo, nos exponemos a interpretar erróneamente las señales del entorno, generando decisiones que pueden impactar negativamente en la estrategia empresarial.
La incertidumbre, a menudo, se acompaña de dos emociones extremas: el miedo y el atrevimiento excesivo.
Por un lado, el miedo puede paralizar la toma de decisiones, llegando a postergar decisiones importantes o a optar por soluciones conservadoras que no impulsan la innovación.
Por otro, el exceso de confianza o el atrevimiento sin respaldo analítico pueden conducir a riesgos innecesarios. Como reza el refrán, "la ignorancia es muy atrevida": una frase que encapsula el peligro de actuar sin tener un conocimiento sólido de la materia.
En un entorno donde la (des)información abunda,
es fácil caer en la trampa de asumir que tenemos la respuesta sin haber fundamentado nuestras ideas en datos y análisis rigurosos.
Recuerdo los comentarios de una profesora que, tras corregir exámenes, solía insistir en la importancia de cuestionar aquellas respuestas basadas únicamente en opiniones vagas.
"Nunca te quedes con un 'a mí me parece'" decía, enfatizando que sin un respaldo sólido, lo único que se obtiene es la suerte como factor decisivo.
Esta anécdota resuena fuertemente en el ámbito empresarial, donde decisiones fundamentadas en percepciones subjetivas pueden derivar en errores de profundo calado, o, en el mejor de los casos, en aciertos que se deben más al azar que a la estrategia.
Un ejemplo en el mundo empresarial: reducir la dependencia de recursos no sostenibles
Consideremos el caso de una empresa que decide invertir en iniciativas para reducir su dependencia de recursos no sostenibles. Para lograrlo, es imprescindible llevar a cabo un proceso integral que incluya:
Mapeo de la cadena de suministro: Identificar cuáles son los recursos no sostenibles y analizar en qué medida influyen en la operación global de la empresa.
Análisis holístico: Revisar los procesos internos y comprender las necesidades de los clientes, evaluando los efectos ambientales, sociales y económicos asociados al uso de estos recursos.
Estudios financieros rigurosos: Complementar el análisis con evaluaciones económicas que aseguren que las acciones propuestas sean efectivas y no se basen únicamente en la percepción de que “ser verde es lo correcto”.
Todo ello apoyado de los correspondientes estudios financieros, para que las acciones planteadas sean previsiblemente efectivas, y no basadas en la percepción de que "ser verde es lo correcto".
Sin embargo, un enfoque basado en un análisis exhaustivo permite identificar oportunidades reales de innovación, optimización de recursos y posicionamiento en el mercado. De lo contrario, la empresa corre el riesgo de hacer inversiones mal calibradas que no generen los beneficios esperados.
Porque hoy en día, donde cada decisión puede marcar la diferencia entre el éxito y el fracaso, es indispensable contar con el respaldo de datos sólidos y un análisis riguroso.